Siempre soñé con ser maestra. Y sí, más mayor he dado cursos, he dado clases, durante varios años pero no de forma “reglada”. He sido, profesora. Pero ser maestra, es acompañar a los peques. Al menos siempre lo he visto así, pero de forma interiorizada, de manera implícita, algo que salió a la luz en el momento en que fui madre. En ese momento pude entender por qué no había estudiado para ser maestra. Y es que la educación tradicional, la llamada “la letra con sangre entra”, la loca idea que se tiene de que para hacer sentir bien a un niño antes tienes que hacerle sentir mal, no era para mí, eso lo tenía muy claro.
Además, de alguna manera, yo siempre fui una niña muy introvertida, que no tuvo buena experiencia en la guardería (corta y traumática), y los primeros años de escuela, con bastantes castigos (no físicos, al menos), no fue mejor. Con lo que mi concepción de la educación infantil y después primaria no resultó demasiado positiva.
Rompiendo barreras
Afortunadamente, las cosas están cambiando, el profesorado cambia, hoy en día está más preparado, ¿puede haber más vocación?, o tal vez, más ganas de hacer las cosas bien, más renovado, ¿más luchador?
Evidentemente habrá de todo, lógico pero cada vez más centros se animan a las llamadas pedagogías alternativas. Desde aquí me gustaría animar a todos los docentes, hoy es el día perfecto para empezar, hay que desterrar los castigos, hay que respetar a la infancia porque hasta que no interioricemos esto tan importante la sociedad no puede cambiar. Y hay que pensar que es un cambio sistémico, desde abajo, importante, estamos hablando de instaurar el respeto en el trato a los niños, también en casa, empezando en casa y siguiendo en las aulas.
Cada vez somos más madres que optamos por la crianza respetuosa, la crianza positiva, sin premios, sin castigos, poniendo el foco en el niño, acompañándolo, haciéndole sentir que forma parte de nuestra vida, que forma parte del grupo, integrando, respetando. Y muchas veces no es fácil, porque los que no fuimos educados así, a veces nuestros automatismos pasados pugnan por salir, por soltar un grito o una queja… los niños no son fáciles, suelen decir, ya, ¿y qué suele ser fácil?, ¿por qué habían de serlo?, ¿acaso serías más feliz si tuvieras un hijo completamente sumiso a tus deseos?, desde luego que no, al menos no para mí.
Estamos hablando de la generación del futuro, nuestros hijos e hijas, es el momento, tienes la ocasión de ayudar a tu hijo e hija y facilitarle las herramientas y habilidades necesarias para que se convierta en un adulto completo y capaz, autónomo y respetuoso, empático y así podríamos seguir.
Se suele poner el ejemplo de… Han pasado 25 años y llama a la puerta tu hijo, ¿cómo te gustaría que fuera, qué habilidades y virtudes te gustaría que tuviera?, pues este es el momento de empezar a construir, hoy, ahora, no esperes más, tu hijo, tu hija, te necesita.
¿Qué es la educación alternativa?
La educación alternativa se dice que tiene un carácter alternativo porque desarrolla una metodología orientada al aprendizaje consciente, activo y significativo de cada una/o de las y los participantes, incluyendo el o la facilitadora.
A partir de aquí, vemos que este significado es mucho más actual y útil que la educación que conocíamos hasta ahora, la llamada educación tradicional.
Porque cada uno somos distintos y llevamos ritmos distintos, es el momento de plantearse un modelo de educación distinto, en el que se les respete, se les permita decidir, algo fundamental en el desarrollo de su autonomía.
¿Qué sería lo ideal? conseguir que la llamada educación alternativa deje de ser alternativa, pues si se deja de lado este término sería un indicador de que este tipo de educación se practica mucho más.